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Cada día me siento bendecida y agradecida por acompañar a las personas en sus procesos personales de cambio y transformación. Muchos de ellos llegan a mis sesiones de Coaching en búsqueda de herramientas que les permitan elevar sus estándares y crear una visión llena de claridad, certeza y posibilidad, lo cual es posible en la medida que estén dispuestos a descubrir sus deseos más profundos, fortalecer su propio poder y aplastar lo que les impide avanzar.
En cualquier proceso de Coaching es muy importante que el coach facilite y posibilite en el cliente el desarrollo de auto-indagación y conciencia emocional. Este proceso le permitirá al cliente descubrir aquello que lo desvía de sus sueños, revelar lo que lo motiva y también lo que lo frena.
No es un secreto que en América Latina y en países como Colombia hay una gran oportunidad para que desarrollemos sabiduría emocional. Prestarle atención a nuestras emociones, comprender qué significan y poder utilizarlas para impulsarnos a emprender la acción que necesitamos en cualquier situación es un indicador en un proceso de Coaching.
Son muchos los casos de personas a quienes acompaño día a día en este aprendizaje. No hay una edad determinada para acercarnos a las emociones y desarrollar sabiduría con respecto a ellas. Lo que sí es evidente es que desde muy chicos nos han enseñado a contenerlas hasta atragantarnos, a prolongarlas y enterrarlas hasta enfermarnos y a privilegiar en forma desmedida lo mental, a expensas de lo emocional. Admiramos mucho más a la persona que logra contener sus emociones hasta constiparse, que aquella que suelta un grito de felicidad en una biblioteca pública porque encontró el poema perdido. Las investigaciones psicológicas son claras en demostrar que el desconocimiento de los propios estados emocionales acorta la vida y predispone a todo tipo de enfermedades.
Las emociones primarias son aquellas con las que nacemos. Son naturales, no aprendidas, cumplen una función adaptativa, son de corta duración y se agotan así mismas. Solamente duran lo indispensable para cumplir su misión: dolor, miedo, ira, tristeza y alegría son algunas de las más importantes. Forman parte de todos nosotros sin excepción y cumplen un papel vital para que podamos sobrevivir y adaptarnos al mundo. Si aprendemos a interrumpirlas con frecuencia afectan gravemente la salud física, mental y cierran nuestro corazón. Como en Intensamente la película de Pixar hay que convivir con todas, integrarlas a nuestra vida y aprender su funcionamiento. La sabiduría natural se expresa a través de ellas.
En mi experiencia como coach he podido observar que existen otras emociones que pueden considerarse como prolongaciones de las emociones primarias. Esta emociones son aprendidas y creadas por la mente, no parecen cumplir una función adaptativa, más bien pueden ser defensivas o manifestar un problema no resuelto.
Sabemos que la mente nunca está quieta, poseemos el don de transitar a través del tiempo mental como se nos dé la gana, creamos, alucinamos, repetimos el viaje una y otra vez de pasado a futuro, de postergación a anticipación. Hemos entrenado a nuestra mente a prolongar las emociones primarias. El dolor, la información corporal que nos permite saber cuándo un órgano anda mal, se extendió a supuestos “órganos mentales” y nació el sufrimiento. El miedo, el encargado de protegernos del peligro, se trasladó anticipatoriamente y se creó la ansiedad. La tristeza, que permite desactivar el organismo para su posterior recuperación, se generalizó en un sentido autodestructivo en lo que se conoce como depresión. La ira, la principal fuerza interior para vencer obstáculos, se almacenos en forma de rencor y resentimiento. La alegría, la más poderosa e importante de las emociones, fue duramente convertida en apego al placer.
La emociones son una oportunidad incalculable que tenemos todos los seres humanos para aprender de nosotros mismos. Nos corresponde aprovecharla a nuestro favor para aplastar todo aquello que nos impide avanzar. El sabio jamás esconde sus emociones primarias; las agota, las gasta, las observa, escudriña en ellas para encontrar su mensaje oculto porque sabe que son una forma de significado. Reconocernos en nuestras emociones es nuestro trabajo, hacerlo o no depende de ti ya que nadie puede hacerse cargo de tus emociones. Tal como decía Krishnamurti: “En ti se reproduce la historia de toda la humanidad”.
Con amor,
Sandra Rodríguez
Coach Personal y Entrenadora
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